29 de agosto de 2011

Uno más de Philip Schultz

¿POR QUÉ

está sentado aquí este hombre llorando
en este restaurante de postín
en su sexagésimo primer cumpleaños, porque
su miedo se hace más fuerte cada año,
porque es aún el muchacho que corre
hacia primera base, que cree
que llegar hasta allí lo significa todo,
por las arañas que trepan
al sicómoro que está junto a su casa
esta mañana, la elegancia
de una civilización libre de engaño,
por las caras de chiquillo
de los cinco soldados muertos en la televisión,
la estoica curiosidad que hay en sus ojos,
su creencia en la dignidad
del sacrificio, porque la inocencia
es el lugar más oscuro del universo,
por los iraquíes sobre sus manos
y rodillas buscando un sangriento botón,
una mordida uña de la mano, pruebas
de su arrebatada trascendencia, por
la primitiva arquitectura
de sus sueños, el crudo egoísmo
de su ignorancia, porque cree
en la liberación, la pureza del dolor,
la santidad de la verdad, por
las insólitas caras humanas de su mujer
y los dos chicos sonriéndole al otro lado
de esta mesa fastuosa, por
la pasión que tienen por las conmemoraciones,
la certidumbre de que la bondad se continúa,
por las arañas aferrándose a
la elegancia de cada instante, porque
llegar hasta allí aún lo significa todo?

(Philip Schultz; el original, en el New Yorker, aquí)
(Traducción de A. Catalán)

Philip Schultz. Fotografía de Monica Banks

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