29 de febrero de 2012

P. Levine, política y poesía

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"El acto de escritura de un poema es un acto político. Habitamos la clase de mundo que predijo Orwell, y la sencilla insistencia en un lenguaje preciso se ha convertido en un acto político. Nada es más obvio que lo que nuestros políticos le están haciendo al lenguaje, por lo que si los poetas insisten en la verdad, o en una interpretación fiel, o en un uso exacto del lenguaje, si por ejemplo insisten en una descripción veraz de la vida de la gente, tal como es—eso es un acto político"


(Tomado y traducido de un artículo en The Antioch Review, 1986)

Philip Levine, por Bill Morris

21 de febrero de 2012

'Ave María', de Frank O'Hara


Madres de América
                                     ¡dejad a vuestros hijos ir al cine!
quitáoslos de encima para que no sepan qué estáis tramando
es cierto que el aire fresco es bueno para el cuerpo
                                                                                     pero qué pasa con el alma
que crece en la oscuridad, repujada con imágenes plateadas
y cuando os hagáis viejas tal y como no os va a quedar más remedio
                                                                                                           no os odiarán
no os criticarán no sabrán
                                               estarán en algún sofisticado país
que vieron por primera vez un sábado por la tarde o mientras hacían novillos

quizás incluso os estarán agradecidos
                                                             por su primera experiencia sexual
que solo te cuesta un cuarto de dólar
                                                              y no ofende el sosegado hogar
sabrán de dónde vienen las chocolatinas
                                                                  y las injustificadas bolsas de palomitas
tan injustificadas como lo es marcharse antes de que acabe la película
con un simpático desconocido cuyo piso está en el Edificio Paraíso en la Tierra
cerca del puente Williamsburg
                                                  oh madres habréis hecho a los pequeños mocosos
muy felices porque si nadie liga con ellos en el cine
desconocerán cuál es la diferencia
                                                          y si alguien lo hace bienvenido sea
y realmente se habrán entretenido en cualquiera de los casos
en lugar de perder el tiempo en el patio
                                                                 o arriba en sus habitaciones
                                                                                                             odiándoos
prematuramente puesto que no habréis hecho aún nada horriblemente mezquino
excepto protegerlos de las oscuras alegrías
                                                                          es imperdonable esto último
así que no me echéis la culpa si no aceptáis este consejo
                                                                                              y la familia se deshace
y vuestros hijos se hacen mayores y se quedan ciegos frente a la tele
                                                                                                                     viendo
las películas que no les dejasteis ver cuando eran jóvenes


Traducción, A. Catalán 
El original, aquí.

Times Square 1950, Frank Oscar Larson

15 de febrero de 2012

Un supermercado en California, de Allen Ginsberg

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        Cuánto he pensado en ti esta noche, Walt Whitman, hoy que
bajo los árboles he recorrido las callejuelas mientras me dolía la cabeza
mirando afectadamente la luna llena.

        ¡En mi hambrienta fatiga, en busca de imágenes, entré
en el supermercado de frutas de neón, soñando con tus enumeraciones!
        ¡Qué melocotones y qué penumbras! ¡Familias enteras
de compras por la noche! ¡Pasillos repletos de maridos! ¡Esposas
entre los aguacates, bebés en los tomates!—y tú, García Lorca, ¿qué
estabas haciendo tú allí junto a las sandías?

       Te vi, Walt Whitman, sin retoños, solitario y viejo zapador,
asomándote entre las carnes del refrigerador y espiando a los jóvenes
reponedores.

       Te oí preguntarle a cada uno: ¿Quién asesinó a las
chuletas de cerdo? ¿A qué precio los plátanos? ¿Sois vos mi ángel?
       Paseé, yendo y viniendo de las pilas de latas relucientes
persiguiéndote, y perseguido en mi imaginación por el guarda de seguridad
del establecimiento.
        A grandes zancadas recorrimos juntos los extensos pasillos
cada uno a su antojo catando alcachofas, apoderándonos de cada
congelado manjar, y nunca pasando por la caja.
       ¿A dónde vamos, Walt Whitman? Las puertas cierran
dentro de una hora. ¿Qué camino te señala esta noche la barba?
       (Acaricio tu libro y sueño con nuestra odisea en el
supermercado y me siento ridículo).
        ¿Caminaremos toda la noche por calles solitarias? Los árboles
a la sombra añaden sombra, en las casas las luces apagadas, ambos
vamos a sentirnos solos.

        ¿Pasearemos soñando con la perdida América del amor,
dejando atrás coches azules en los aparcamientos, hacia nuestro silencioso chalet?
        Ah, querido padre, viejales, solitario viejo maestro del coraje,
¿Qué America te encontraste cuando Caronte dejó de impulsar su barcaza y
te bajaste en una orilla llena de humo y te quedaste allí mirando cómo la barca
se perdía en las oscuras aguas del Leteo?
   
Berkeley 1955
Traducción, A. Catalán
(El original, aquí)

11 de febrero de 2012

Autorretrato en un pequeño museo


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Un Cristo cetrino me miraba
desde pequeñas pinturas del Trecento en la pared.

Y no comprendía su mirada, pero quise
confiarme a ella. Un Cristo
de pelo oscuro, embelesado,
inquebrantablemente atento,
rodeado -un ring de cuatro esquinas-
por un marco de oro bizantino.

Me miraba mientras mi cabeza
estaba en otro sitio: delante mío
-la irritación crecía- una
pareja de franceses muy anciana.
En el silencioso museo, casi vacío,
él leía en voz alta, muy alta,
la página correspondiente de la guía.


(Versión de un poema de Adam Zagajewski de La mano invisible, 2009)