15 de febrero de 2012

Un supermercado en California, de Allen Ginsberg

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        Cuánto he pensado en ti esta noche, Walt Whitman, hoy que
bajo los árboles he recorrido las callejuelas mientras me dolía la cabeza
mirando afectadamente la luna llena.

        ¡En mi hambrienta fatiga, en busca de imágenes, entré
en el supermercado de frutas de neón, soñando con tus enumeraciones!
        ¡Qué melocotones y qué penumbras! ¡Familias enteras
de compras por la noche! ¡Pasillos repletos de maridos! ¡Esposas
entre los aguacates, bebés en los tomates!—y tú, García Lorca, ¿qué
estabas haciendo tú allí junto a las sandías?

       Te vi, Walt Whitman, sin retoños, solitario y viejo zapador,
asomándote entre las carnes del refrigerador y espiando a los jóvenes
reponedores.

       Te oí preguntarle a cada uno: ¿Quién asesinó a las
chuletas de cerdo? ¿A qué precio los plátanos? ¿Sois vos mi ángel?
       Paseé, yendo y viniendo de las pilas de latas relucientes
persiguiéndote, y perseguido en mi imaginación por el guarda de seguridad
del establecimiento.
        A grandes zancadas recorrimos juntos los extensos pasillos
cada uno a su antojo catando alcachofas, apoderándonos de cada
congelado manjar, y nunca pasando por la caja.
       ¿A dónde vamos, Walt Whitman? Las puertas cierran
dentro de una hora. ¿Qué camino te señala esta noche la barba?
       (Acaricio tu libro y sueño con nuestra odisea en el
supermercado y me siento ridículo).
        ¿Caminaremos toda la noche por calles solitarias? Los árboles
a la sombra añaden sombra, en las casas las luces apagadas, ambos
vamos a sentirnos solos.

        ¿Pasearemos soñando con la perdida América del amor,
dejando atrás coches azules en los aparcamientos, hacia nuestro silencioso chalet?
        Ah, querido padre, viejales, solitario viejo maestro del coraje,
¿Qué America te encontraste cuando Caronte dejó de impulsar su barcaza y
te bajaste en una orilla llena de humo y te quedaste allí mirando cómo la barca
se perdía en las oscuras aguas del Leteo?
   
Berkeley 1955
Traducción, A. Catalán
(El original, aquí)

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