15 de junio de 2013

A la esperanza nunca seré Ícaro


EL VUELO Y EL FRACASO

Todos se olvidan de que Ícaro también voló.
Lo mismo pasa cuando el amor llega a su fin,
o el matrimonio fracasa y la gente dice
que sabían que era un error, que todo el mundo
decía que jamás funcionaría. Que ella era
lo bastante mayor para saber lo que hacía. Pero todo
lo que merece la pena la merece también si se hace mal.
Como el estar allí a la orilla de aquel océano
en verano al otro lado de la isla mientras
el amor se le desvanecía, las estrellas
brillantes en lo alto aquellas noches en las que
cualquiera podría haberte dicho que no iba a durar.
Todas las mañanas ella seguía dormida en mi cama
como una visitación, su delicadeza igual
a la del antílope en medio de la neblina del amanecer.
Cada tarde la observaba cuando volvía
atravesando el ardiente pedregal después de nadar,
la luz marina tras de ella y el cielo enorme
al otro extremo de aquello. La escuché hablar
mientras comíamos. ¿Cómo pueden decir
que el matrimonio fracasó? Como la gente que
volvía de Provenza (cuando era aún Provenza)
y decía que muy bonito pero que la comida muy grasienta.
Creo firmemente que Ícaro no fracasaba en su caída,
sino que simplemente llegaba al final de su triunfo.

(Jack Gilbert, el original aquí)
(Traducción de Andrés Catalán)