14 de julio de 2013

Un poema de la polaca Anna Świrszczyńska


UNA MUJER LE HABLA A SU MUSLO

Es solamente gracias a tu buen aspecto
que puedo tomar parte
en los ritos del amor.
Gozos místicos,
traiciones deliciosas
como un pintalabios carmesí,
depravados rococós
de complejidades psicológicas,
dulzuras de anhelos carnales
que te dejan sin respiración,
abismos de desesperanza
que se hunden hasta el fondo del mundo:
todo esto te debo.

Con cuánta ternura debo cada día
azotarte con un látigo de agua fresca,
puesto que solo tú me permites poseer
belleza y sabiduría
irremplazables.

Las almas de mis amantes
se abren a mí en un instante de amor
y quedan bajo mi poder.

Observo, igual que un escultor
al trabajar,
cómo sus caras se cierran de repente en sus párpados,
martirizadas por el gozo,
opacadas
por la felicidad.
Leo igual que un ángel
los pensamientos de sus cráneos,
siento en la mano
el latido de un corazón,
atiendo a las palabras
susurradas por un ser humano a otro
en el instante más sincero de la vida.

Penetro en sus almas,
deambulo
por un camino de deleite o de horror
hasta unas tierras tan inconcebibles
como el fondo del mar.
Más tarde, cargada de tesoros
retorno lentamente
hasta mí misma.

Ah, cuántas riquezas,
cuántas valiosas verdades
creciendo inmensas en un eco metafísico,
cuántas iniciaciones
delicadas y deslumbrantes
te debo, muslo mío.

El refinamiento más exquisito de mi alma
no me ofrecería ni uno solo de esos tesoros
si no fuera por el claro, delicado encanto
de un pequeño, amoral animalillo.


(Traducción, desde la versión inglesa de Czeslaw Milosz, de A. Catalán)


(Egon Schiele)